Siguiendo con la entrada anterior, en la que se comentaba la importancia de combinar el
talento, el esfuerzo, el conocimiento y el azar (TECA), es interesante destacar la aportación del
conocimiento en la gestión del esfuerzo y en el desarrollo del talento, necesarios
para alcanzar el éxito. Saber cómo funcionan las cosas, analizar y evaluar el
efecto del esfuerzo sobre los puntos que se han de mejorar y la prevalencia del
entrenamiento deliberado, hacen posible que, poco a poco, se vaya transformando
el talento en aumento de capacidades y destrezas de forma integrada, hasta alcanzar su máximo desarrollo
potencial.
Un buen ejemplo relacionado con todo ello es lo que ocurre con la motivación, que muchos
entrenadores y deportistas piensan que se encuentran muy motivados, cuando sólo
considertan las ganas que tienen por disputar la competición. Pero, para estar
altamente motivados, es necesario considerar otras dimensiones motivacionales,
tales como el compromiso con el esfuerzo, la implicación personal en su mejora,
la competencia percibida y la ansiedad frente a los errores. Sin ellas, el nivel de motivación
siempre será bajo, por muchas ganas que se tenga por disputar la competición.
Sin embargo, el desconocimiento de la relación entre
estas dimensiones señaladas y el nivel motivacional, hacen que en muchas
ocasiones los deportistas dejen de disputar la competición porque, a las
primeras de cambio, los acontecimientos les son desfavorables. Lo vemos en los
jugadores de fútbol cuando los
equipos reciben un gol en los primeros minutos de juego; o en lo corredores de
esqui alpino cuando los tiempos de la 1ª manga no son los deseados; o cuando un
golfista comienza los primeros hoyos realizando algún bogey o doble bogey. Por
ello señalamos que, sin el conocimiento específico sobre el funcionamiento de
las capacidades relacionadas con
el alto rendimiento, se hace prácticamente
imposible alcanza el máximo desarrollo potencial del deportista, como ocurre en
el caso señalado sobre la motivación.