lunes, 13 de julio de 2015

la impulsividad como elemento de desajuste en el juego

         A menudo se observan comportamientos impulsivos en los jugadores durante el desarrollo del partido que perjudica el rendimiento del equipo tales como, la precipitación en las acciones, las respuestas airadas frente a decisiones del árbitro, los comportamientos reactivos frente a las acciones defensivas de los contrarios, las excesivas ansias por meter gol, son algunas de las situaciones habituales que se producen en la competición.
        En el caso del deporte, podemos hablar de  impulsividad cuando existe  una predisposición a actuar de forma rápida, inesperada, irreflexiva y desmedida ante una situación que se perciba como amenazante, sin tener en cuenta las consecuencias que puedan provocar la conducta realizada. En la actuación impulsiva no hay lugar para el pensamiento y, a pesar de que  en algunas ocasiones puede ser motivo de  alta eficiencia, en la mayoría de los casos conlleva errores y baja eficiencia.
En el caso del fútbol supone precipitación con la consiguiente  la pérdida de  balón, juego individualista, reacciones desmesuradas  ante las acciones de los adversarios que conlleva la expulsión del partido; también el excesivo deseo en decidir de forma simultánea en situaciones complicadas para terminar una jugada, con la consiguiente pérdida de balón y la organización de un peligroso contraataque del equipo contrario.
          En la impulsividad predomina la baja tolerancia al estrés y la frustración, la falta de control de impulsos, y los comportamientos agresivos, que pueden afectar negativamente en el rendimiento del jugador. Podríamos decir que es un desajuste emocional que provoca una sobrecarga en el sistema decisional del jugador, que le lleva a decidir de forma errónea por una deficiente regulación entre las  exigencias de la decisión y las posibilidades  de su ejecución.

jueves, 9 de julio de 2015

en el fútbol, todo se reduce a una conjunción entre lo físico y lo técnico

          Es una opinión  que suele aparecer en las conversaciones de aficionados  que se producen a lo largo de las pretemporadas pero,  sin embargo, a medida que avanza la temporada los malos resultados se suelen vincular a capacidades mentales, tales  como: despistes de  atención, falta de activación o de implicación,  baja confianza, errores decisionales o deficiente gestión de la presión.
      Es decir, que la propia dinámica de la competición evidencia el error que se comete con estas apreciaciones pero, entonces, corregir estos errores sin una adecuada preparación mental se convierte en algo imposible. Actualmente existe una opinión generalizada respecto a la importancia de las capacidades mentales para obtener elevados rendimientos en competición.
       Además, fruto de las últimas investigaciones, se puede hablar de capacidades mentales de “segunda generación”, referidas a las funciones ejecutivas: autosupervisión, memoria a corto plazo, orden y planificación, iniciativa y flexibilidad para el cambio, entre otras. Son las responsables de que un jugador exprese potencialidad futbolísitca al máximo durante cada partido.   

empezar bien nos daría confianza y empaque

           Interesantes declaraciones realizadas por el   jugador E. Granero y aparecidas en una entrevista publicada en el Diario Vasco (9/07/15) relacionada con la confianza, en la que se aprecia cierto error de valoración generalizado que se comete al iniciar la temporada.
        Además, al analizar el final de temporada anterior, las opiniones se encaminaban en la misma dirección equivocada: “ El año pasado fue una cuestión más de falta de confianza que de incapacidad de la plantilla. Entramos en una mala dinámica y nos costó mucho sacar los partidos, sobre todo en los partidos que jugábamos fuera de casa. A nivel psicológico, especialmente daria mucho empaque al equipo empezar bien”. Hay que señalar que la confianza depende da cada jugador, es decir, de control interno, que refleja la creencia que tiene en sus propias capacidades. 
      Empezar bien es mejor que empezar mal, evidentemente, pero no se debería establecer relaciones con la confianza, porque se encuentra asociado a contingencias externas.  Pero si se piensa de esta manera, se  está dejando que la confianza se vea afectada por elementos externos, con la consiguiente pérdida de fortaleza mental. Debería ser alta y estable en todo momento, sin dejarla a merced de la forma de comenzar la temporada o de otras contingencias externas.