domingo, 13 de mayo de 2012

no es bueno llorar encima del esfuerzo y de la energía derramada.


Pues parece que ocurrió lo que inicialmente comentamos respecto a la final de la Copa de la UEFA, disputada entre el Atl. de Madrid y el Ath. de Bilbao porque, después de la derrota de los bilbaínos, en casi todos los periódicos los comentarios eran semejantes. Como ejemplo el publicado en el Diario Vasco (10/05/12): “el juego fue predecible y lento, como un elefante somnoliento, con un ritmo pesado y desorientado”.
Al final del partido, los jugadores permanecieron en el centro del campo desolados, abatidos, incrédulos y con lágrimas en los ojos, sin saber en qué momento las cosas habían empezado a torcerse. Cuando un equipo rinde al máximo y da todo lo que tiene, no hay lugar para las lágrimas o la desolación, si no para la aceptación  y para la satisfacción por haberlo dado todo. Sin embargo, el hecho de verlos llorar nos lleva a pensar  que algo podían haber hecho para cambiar el rumbo del partido, pero que no fueron capaces de lograrlo.
El entrenador, M. Bielsa, manifestaba que él era el único responsable del mal partido realizado, de la distancia que había entre lo que son capaces de producir y lo que habían generado en esta final: “nosotros no logramos las condiciones que pretendíamos para que el partido fuera nuestro. Habrá que analizar y buscar las razones de esta derrota”.
Desde mi punto de vista, es interesante centrarse en lo que ocurrió antes del partido, en la manera de afrontar dicha final, si se hicieron las tareas de la misma manera  que en los partidos anteriores o si se produjeron cambios   y el impacto emocional que generaron. En la entrada anterior ya señalábamos que centrarse en las condiciones externas y utilizar de la motivación extrínseca para motivar a los jugadores  era un error que podría  perjudicar a la gestión de la presión y  a la calidad del juego.
¿Qué cambios se produjeron y cómo  afectaron a la calidad del juego?. Si lo vieron como el partido más importante de los que hasta ahora habían disputado, señalar que este aumento del nivel de importancia del partido con respecto a los anteriores, conllevaba un incremento del sentimiento de vulnerabilidad. Si consideraban que eran merecedores de ganarlo antes de disputarlo, confirmar que se habian centrado precipitadamente en el resultado. Y,  si en esta oportunidad “no podían defraudar a la afición, evocando la anterior final perdida,” evidenciar  que la carga de responsabilidad se había desplazado hacia elementos  externos que no estaban bajo su control.
Demasiados cambios  para poder desarrollar un juego fluido, preciso, eficiente y altamente elaborado, en un final de semejante nivel, porque  el cambio en el grado de importancia y en la orientaciona motivacional generaron un aumento de respuesta  emocional  negativa  que afectó de forma negativa a la fortaleza del equipo.
Evidentemente que habrá otros aspectos que puedan explicar el pobre nivel de juego realizado, pero en ningún caso serán sustitutivos de la  presente valoración realizada, sino más bien complementarios. Corresponden a acontecimientos que  pudieron ocurrir antes de saltar al terreno de juego, en el que las condiciones externas no fueron favorables,  lo que  supuso, en relación a las probabilidades de rendir al máximo de su potencial para desarrollar el excelente juego mostrado a lo largo de dicho campeonato,  un "alea jacta est", es decir,  la suerte estaba echada.