Es un tema que quería abordarlo desde hace tiempo, porque continuamente escucho declaraciones de deportistas y entrenadores manifestando que ellos no necesitan o no contemplan en su preparación aspectos psicológicos o que, a la hora de la verdad, no sirven. Como si los aspectos cognitivos y emocionales no tuvieran trascendencia en las situaciones de competición.
Lo evidente es que el hecho de valorar la importancia de la competición y las expectativas que se hacen sobre ella, es una actividad mental que va a mediar en la respuesta emocional y en los procesos anticipatorios del deportista de manera determinante, casi nada. Dejar esto al azar o a la improvisación puede ser algo descabellado; sobre todo porque se pierde el control de la situación y se pone en manos de la dinámica del contexto y del desarrollo de los acontecimientos.
Es corriente escuchar cosas tan curiosas como “es que no lo necesito”, “para que voy a ir a un psicólogo”, “no sirve para nada”, “ estoy muy bien como estoy”, o “la verdad es que es muy importante pero no tenemos presupuesto para ello”.
En este sentido de “actitud rocosa”, me llevé una gran sorpresa cuando hace un par de años escuché las declaraciones de una judoka alicantina que, a la hora de valorar su trayectoria deportiva, señalaba “ nunca he utilizado la preparación psicológica y no la necesito”. Todavía guardo las valoraciones sobre el estado de ánimo, la motivación y la confianza, que realizó durante su preparación para los Juegos de Atlanta-96 y que permitieron una reconstrucción mental sólida, estable y duradera.
Lo evidente es que el hecho de valorar la importancia de la competición y las expectativas que se hacen sobre ella, es una actividad mental que va a mediar en la respuesta emocional y en los procesos anticipatorios del deportista de manera determinante, casi nada. Dejar esto al azar o a la improvisación puede ser algo descabellado; sobre todo porque se pierde el control de la situación y se pone en manos de la dinámica del contexto y del desarrollo de los acontecimientos.
Es corriente escuchar cosas tan curiosas como “es que no lo necesito”, “para que voy a ir a un psicólogo”, “no sirve para nada”, “ estoy muy bien como estoy”, o “la verdad es que es muy importante pero no tenemos presupuesto para ello”.
En este sentido de “actitud rocosa”, me llevé una gran sorpresa cuando hace un par de años escuché las declaraciones de una judoka alicantina que, a la hora de valorar su trayectoria deportiva, señalaba “ nunca he utilizado la preparación psicológica y no la necesito”. Todavía guardo las valoraciones sobre el estado de ánimo, la motivación y la confianza, que realizó durante su preparación para los Juegos de Atlanta-96 y que permitieron una reconstrucción mental sólida, estable y duradera.