En un artículo
publicado en el diario El Mundo (12/01/12), firmado por el filósofo y experto en desarrollo emocional J. A. Marina, en relación a la importancia de la educación
emocional y de realizarla adecuadamente, señala la aparición de “una inteligencia emocional de segunda
generación”.
Inicialmente se trataba
de “conocer y gestionar las emociones propias y ajenas y saber automotivarse”,
pero actualmente el enfoque es de mayor profundidad y orientado a construir una
inteligencia generadora de buenos
sentimientos.
Y cuales son estos?. En primer lugar, aquellos que favorecen el bienestar ( disfrute, vitalidad, optimismo y esperanza). En segundo lugar, los que ayudan a enfrentarse a las situaciones y a las adversidades (proactividad, seguridad en sí mismo, tolerancia a la adversidad y resiliencia). En tercer lugar, los que favorecen la convivencia y las relaciones sociales (amor, empatía, solidaridad y amistad). De ahí la importancia de generar y facilitar situaciones en el entrenamiento y la competición, en las que se refuerce los comportamientos orientados que influyen directamente en el bienestar emocional y social, dado que todavía esta capacidad es la gran ausente en la mayoría de los procesos de entrenamiento.
Según este autor, ahora sabemos que se pueden construir los estilos afectivos, que se puede aprender a ser activo, seguro, autónomo, sociable, valiente, motivado, creativo y responsable. Es un extraordinario reto para todos aquellos y aquellas profesionales que desarrollan sus actividades en el ámbito del alto rendimiento deportivo y poder contribuir al máximo desarrollo del potencial de sus deportistas.
Y cuales son estos?. En primer lugar, aquellos que favorecen el bienestar ( disfrute, vitalidad, optimismo y esperanza). En segundo lugar, los que ayudan a enfrentarse a las situaciones y a las adversidades (proactividad, seguridad en sí mismo, tolerancia a la adversidad y resiliencia). En tercer lugar, los que favorecen la convivencia y las relaciones sociales (amor, empatía, solidaridad y amistad). De ahí la importancia de generar y facilitar situaciones en el entrenamiento y la competición, en las que se refuerce los comportamientos orientados que influyen directamente en el bienestar emocional y social, dado que todavía esta capacidad es la gran ausente en la mayoría de los procesos de entrenamiento.
Según este autor, ahora sabemos que se pueden construir los estilos afectivos, que se puede aprender a ser activo, seguro, autónomo, sociable, valiente, motivado, creativo y responsable. Es un extraordinario reto para todos aquellos y aquellas profesionales que desarrollan sus actividades en el ámbito del alto rendimiento deportivo y poder contribuir al máximo desarrollo del potencial de sus deportistas.