domingo, 5 de junio de 2016

dedícate a mejorar y exige menos a los demás; perfeccionismo (II)

Ponerse metas realizables y alcanzarlas es una de las claves del bienestar psicológico; según Sócrates, el deseo de superación “Areté” se traduce como excelencia, que consiste en la necesidad de progresar y hacer las cosas cada vez mejor, es decir,  ser más virtuoso y más competente cada día, y es uno de los factores de la motivación intrínseca. El perfeccionismo también persigue una meta, pero está idealizada, es un sueño inalcanzable, donde el mundo es como debería ser.
El hombre pierde su felicidad al obsesionarse por conseguir esa moneda que le falta para alcanzar la cifra perfecta de 100; pero  no disfruta de las 99 monedas que posee: esta es la trampa del perfeccionismo. Hay tres tipos de perfeccionistas (I.  Serrano, en el diario El Mundo, 21/02/16): a)   El que está orientado hacia sí mismo, se juzga con estandares elevados y tiene una desmedida autoexigencia; b) El que exige  a los demás, y tiene expectativas irreales para su círculo de allegados; c) El que cree que los otros esperan su perfección y nunca cumple con las expectativas de los demás.
       ¿Por qué nunca puedo estar tranquila? Se pregunta una persona que  tiene un buen trabajo, cumple los objetivos de la empresa y recibe una óptima remuneración, pero lleva muchas noches sin poder dormir.  Sólo consigue pensar en las tareas que le quedan por hacer y su nivel de exigencia es tan elevado que cree que nunca está a la altura de lo que espera de sí mismo. Su preocupación por cometer errores le hacen ser  frágil,  vulnerable  y a vivir en continua insatisfacción.