Hace varios meses que se produjo la lectura y defensa de una tesis doctoral sobre liderazgo de forma brillante, en la que participé como codirector (P. León, Junio 2014), y en la que se abordaba de forma extensa y profunda esta cuestión. Dado que a lo
largo de los últimos 50 años ha sido uno de los temas más recurrentes en el
mundo del deporte, los negocios y la psicología organizacional, me parece muy interesante abrir un nuevo apartado para dedicarlo a este tema. Y, aunque se ha
intentado definirlo de muy diferentes maneras, no existe una manera universal de concretarlo.
Sin embargo,
para hablar de liderazgo, se deben cumplir tres condiciones: a) Estar compuesto de un
grupo de dos o más personas, b) Tener una tarea común para realizar. c) Tener
responsabilidades diferenciadas. El
liderazgo se produce cuando un miembro del grupo modifica la motivación o
competencias de los demás miembros del grupo y sus actos afectan a otras
personas más que a la inversa; podemos entenderlo (Bass,1990): como una
interacción entre dos o más miembros de un grupo que, con frecuencia, implica
una estructuración o reestructuración de la situación, de las percepciones
y de las expectativas de los miembros.
Los líderes son agentes de cambio
y generan influencias sobre los objetivos, sobre la estrategia organizacional,
sobre la toma de decisiones, sobre la asignación y puesta en marcha de las
tareas seleccionadas, sobre el mantenimiento e identificación del grupo y la
asignación del “rol a cada miembro del grupo. También se podria decir que el liderazgo es un proceso mediante el
cual un individuo ejercerá influencia en un grupo de individuos para conseguir un objetivo común.
En este sentido, en consonancia con Northouse (2010), se pueden destacar
cuatro características del liderazgo: “Es un proceso que implica influencia, que se produce en grupos y que existen objetivos comunes”.