A veces al analizar el comportamiento individual de los jugadores de un equipo, dejamos de dar importancia a aspectos de máxima relevancia que afectan al rendimiento colectivo. Y me refiero a cosas como la generosidad y apoyo hacia los compañeros, la complicidad en las decisiones tomadas o a la lealtad mostrada en esos instantes en los que no se ha conseguido el éxito en la acción definida.
Son cuestiones que han aparecido en los comentarios recogidos en el diario El País (13/08/09), referidos al desarrollo del partido amistoso de futbol disputado por la selección española contra Macedonia, relacionado con una situación de competición con Villa y Torres como protagonistas. Concretamente señalaban que “ las reacciones de los futbolistas profesionales son iguales que las de los niños de la calle: la frustración, la rabia y los reproches al compañero”, cuando las cosas no se desarrollan como se desean.
Pienos que pueden ser reacciones infantiles, inmaduras, espontáneas que reflejan un déficit en las capacidades de rendimiento del jugador, desde una perspectiva psicológica. Si además, se desconoce que ese tipo de comportamientos debilitan el rendimiento colectivo y, si se le indica la forma de reconducir esa situación y cómo trabajarla, seguro que dejará de aparecer ese comportamiento infantil y callejero.