“Estoy desolado, deprimido; he tenido una
muy mala actuación y no he sabido competir”, con estas palabras comenzaba un
artículo publicado en el diaro El País (14/08/16), relacionado con la actuación
del marchador español M. López, en la prueba de 20 km. Marcha de los
JJOO de Río-16, en el que valoraba su actuación.
Y
continuaba hablando de presión asociada a una gran responsabilidad, agobiado
por sentirse físicamente bien, mejor que nunca, preparado para algo grande,
pero forzado por las expectativas de
su entorno “era la medalla más segura de todas”. Es un buen ejemplo de la
negativa influencia para el rendimiento de la presión exógena, es decir,
proveniente de aspectos externos, porque hace aumentar la ansiedad precompetitiva de forma exagerada,
así como la sensación de agobio.
En
estas situaciones, conviene centrarse en lo que se controla, en lo que depende del
deportista y, la presión que ayuda a rendir se encuentra asociada a aspectos endógenos.
Cuando las afrontas como un
reto, como un desafío personal, con predominio de un afan de superación propio
antes que de los adversarios, y aceptas la incertidumbre de lo que va a suceder
como algo natural, sabiendo que responderás eficientemente frente a lo que
surja, no queda sitio para la ansiedad y el agobio. Pero, desgraciadamente, en nada
de esto centró la atención el marchador español.