Es una reflexión del entrenador de fútbol de la Real
Sociedad S.A.D., P. Montanier, dirigida a los jugadores de su equipo. La
ambición es la pasión o el deseo por conseguir algo difícilmente de lograr; en
este caso, de acuerdo a las palabras del entrenador, sería la pasión por ser cada día mejores y debería estar
vinculado al trabajo bien hecho, a la búsqueda de evitar el error para ser cada
día mejores, a centrarse en las tareas diarias, a implicarse en el esfuerzo, utilizando referentes internos.
Pero para transferir esto al día a día del entrenamiento, es necesario
considerar determinados aspectos. En primer lugar se debe partir de la
satisfacción y de estar contento con lo que se hace bien; el nivel de eficiencia que se muestra hoy es la base para elevarse hacia el siguiente nivel. En segundo lugar
tener una inquietud personal por
conocer los últimos avances en rendimiento deportivo y por querer ser cada día mejor. Por ejemplo, ¿cómo lo hacen los
jugadores más destacados en la actualidad? Cómo ha evolucionado el juego en un
equipo o cómo se comportan los jugadores de un equipo competitivo?.
En tercer lugar, a nivel personal, reflexionar sobre
cuales son sus puntos fuertes, sobre sus aspectos menos hábiles y cómo han evolucionado a lo largo de la
temporada o en anteriores y qué tipo de tareas se podrían hacer para seguir mejorando, dentro o fuera del entrenamiento del equipo, sin esperar a que el entrenador o los técnicos del club vayan indicando lo que
tendría que hacer.
Pero por delante de todo esto, lo más importante es tener una actitud
proactiva hacia su propia mejora; porque la forma más rápida y eficiente de
mejorar es ponerse al frente de todo aquello que se tenga que hacer para
aumentar su potencial, es decir, el propio jugador es el que tiene que implicarse, dirigir y asumir
la máxima responsabilidad sobre todo aquello que suponga su mejoría personal. El grado de implicación de los jugadores y la disposición
a liderar su propia mejora determinarán el entusiasmo y la pasión por avanzar en el camino hacia la perfección porque, sin ello, la ambición se evaporará como le ocurre al agua frente al intenso calor en el desierto, en el que sólo queda "la nada".