Interesante
afirmación atribuida al tenista mallorquín, R. Nadal, publicada en www.elmundo.es (13/12/2011), que permite hacer una reflexión sobre
las autotrampas que numerosos deportistas las comenten de forma inconsciente. En primer lugar señalar
que un psicólogo no arregla nada, el que arregla es el propio deportista
entrenando y trabajando duro pero, si es un especialista en alto rendimiento, si puede
aportar mucho conocimiento sobre los procesos de pensamiento relacionados con la excelencia deportiva y su construcción
mental.
La
excelencia se basa en una serie de criterios que están muy definidos e
identificados, entre los que se encuentra la pasión, mencionada por el propio
jugador. Pero hay unos cuantos más, que armonizan y vertebran el trabajo de un
deportista si quiere mantener la
continuidad en esa vía. Y lo señalo así porque este deportista siempre
se ha destacado por manejar
parámetros de excelencia. Pero ¿qué ha pasado ahora?
Y
continua “respeto el trabajo de un psicólogo, evidentemente, pero para jugar al
tenis no. Creo que hay cosas mucho más importantes para utilizarlo. Un
psicólogo no me va a arreglar si quiero trabajar o quiero seguir teniendo la
ilusión de darle para adelante”. Ante esta serie de opiniones, señalar que una
persona no puede aprender aquello que cree que ya sabe, y parece que este es el caso.
Pero saber
hacer es una cosa, él ha demostrado ser excelente en esto, y saber sobre lo que se hace es otra muy distinta. Además, el
desarrollo del conocimiento científico aplicado al alto rendimiento ha evolucionado
enormemente a los largo de los últimos 10 años, sobre todo en relación a los
procesos mentales en situaciones de máxima exigencia externa y de gran significado personal. Y, como
señala el propio jugador, esta es la cuestión “el problema es interior, es personalmente querer
ir un pasito más allá otra vez. Sufrir para ir ese pasito más allá, eso es todo”.
Pues no, porque no sólo es cuestión de sufrir para dar un pasito sino que, tan
importante como eso, es saber como
hay que darlo. Es como en cualquier situación de la vida que, a veces, cuando se necesita dar un pasito se puede dar de muchas maneras
pero, si no sabes las
consecuencias antes de darlo, te puede conducir al desastre, incluso a
perder aquellas virtudes que le ayudaron a alcanzar la excelencia al deportista. No sería el primer deportista al que le sucede este proceso de involución.