Al hilo de la lectura
del libro “Viaje al Optimismo”, de E. Punset, y observando las tareas que
realizaba un albañil en mi última visita a Marrakesch, me han surgido varias
reflexiones relacionadas
directamente con los procesos mentales inmersos en el alto rendimiento. Sobre todo en relación a las funciones
cerebrales, que todavía son demasiado
desconocidas para todos los
humanos.
En el texto se señala
que la naturaleza de la estructura cerebral no ha cambiado desde hace millones
de años, sin embargo, puede responder a las necesidades funcionales actuales
generadas por la inmensa evolución
tecnológica que se ha producido. Es decir que, sin cambiar su arcaica
estructura, responde a la perfección frente a los retos del presente y está
preparado para responder a lo que
le depare el conocimiento y la evolución tecnológica del futuro.
Muy interesante y
aleccionador, porque en mi observación miraba al albañil que arrinconaba los
escombros con sus manos como única
herramienta, sin utilizar una pala como lo hace cualquier albañil
en nuestra ciudad y, por supuesto,
sin una pequeña excavadora, que es lo que se utiliza de forma más sofisticada
para desescombrar.
En los tres casos, la estructura cerebral
de cada operario es la misma, sin embargo las herramientas y las funciones que
desarrollan cada uno de ellos son muy diferentes. Y esto es posible por el
conocimiento utilizado, por las herramientas desarrolladas y por el interés en
el aprendizaje manipulativo en cada caso, que son los elementos que nos
permiten disponer de una mayor potencialidad para ser más eficaces en el
desarrollo de una misma tarea. Seguro que en el futuro, a través de un casco especial con electrodos incorporados, este tipo de herramientas se podrán manejar desde la cabeza.
En el alto rendimiento
ocurre lo mismo, ya que cada día se dispone de mayor conocimiento aplicado, sobre todo como fruto de
las investigaciones realizadas durante los últimos 20 años, y se generan nuevas herramientas
que contribuyen a desarrollar las funciones cerebrales, las cuales permiten crear nuevas estructuras de pensamiento. Pero, para ello, es
necesario el interés y la implicación de los deportistas para que se pueda
alcanzar ese nivel que se encuentra más allá de lo posible.