Leyendo un artículo en el Diario Vasco
(07/10/14) en el que se entrevistaba al psiquiatra Luis Rojas Marcos, abordaban
la importancia del optimismo y la satisfacción para poder adaptarse y
evolucionar ante situaciones
adversas que la vida nos suele deparar en cualquier ámbito que nos situemos.
Según este autor, el optimismo lo definimos por “la percepción
personal del futuro, presente y pasado”. En relación al futuro el aspecto más
conocido es el de la esperanza, es decir, en la confianza en que las cosas
venideras serán favorables e irán
a mejor; en cuanto al pasado, suele estar ligado más a recuerdos positivos y
agradables que lo contrario. Y en cuanto al presente, dependerá a qué dediques
tu atención y cómo expliques las cosas. Por eso, desarrollar y cultivar la memoria de trabajo de acuerdo
a estos aspectos tiene una importancia capital en la evolución de la mejora. Hoy se sabe, por estudios realizados con
gemelos, que al menos el 40% del optimismo se debe a los genes; sin
embargo, las experiencias de la
vida determinarán hacia donde evoluciona, hacia el optimismo o hacia el pesimismo
y, en esta evolución, la autoestima
es fundamental.
Para llegar a ser optimista, primero hay que
querer serlo, porque sin ese pensamiento no hay intentos; el siguiente paso es
ver cómo se puede empezar a cambiar la forma de pensar, y esto no suele ser fácil,
porque la tendencia de los pensamientos automáticos que se generan suelen ser
negativos y, para cambiarlos, hay que escucharlos y darse cuenta de lo que está
generando nuestro pensamiento.
Finalmente, el optimista se centrará en las tareas que le llevan a las
soluciones y que se encuentran
bajo su control. Todo ello generará un sentimiento de satisfacción general que
contribuirá a sentirse más a gusto consigo mismo y aumentará el autoconcepto, la autoestima y la autoeficacia, elementos imprescindibles para ser eficientes y alcanzar la excelencia.