Son dos cuestiones interesantes las que me
interesan priorizar de la actuación de los deportistas en el alto rendimiento;
por un lado, el resultado, y por otro, la actuación, es decir, el nivel de
rendimiento, que es el que se encuentra vinculado a la mejora. El resultado depende,
en gran parte, de variables de control externo; sin embargo, la actuación pertenece
al mundo del control interno. Y es este segundo aspecto el que determinará la
forma de abordar el trabajo para
la siguiente competición.
Cómo
es la transición del entrenamiento a la competición? Muchos técnicos y
deportistas desconocen los mediadores que hay en esta transición, y que se
pueden entrenar. Y, cómo transitan de la competición al entrenamiento?. También
en este caso lo ignoran y, además, carecen de herramientas para realizar la
valoración correspondiente, sin analizar ni diferenciar la eficiencia de las
acciones realizadas. “Jugué un buen partido; ganamos, me sentí a gusto;
podíamos haber ganado, pero el empate está muy bien; el partido fue duro pero
al final ganamos”; son las típicas valoraciones, sin reflexionar ni seleccionar lo relevante de su actuación.
El
mediador entre el entrenamiento y la competición es el plan integral de
competición (PIC), explicado en entradas anteriores. El mediador para la mejora
entre la competición y el entrenamiento es la autosupervisión, es decir, la
valoración POST competición, que se debe relacionar con el programa de mejora
personal.
La
comparación entre lo que preparo en el entrenamiento, la manera de afrontar la
competición, las tareas que me exigen en ella y cómo respondo, son la base de la mejora. Pero una vez
finalizada la competición se debe realizar una autosupervisión para incorporar a la memoria de trabajo lo
relevante y señalarle aquello que se quiera hacer mejor en la siguiente
ocasión, para poder incorporarlo al plan de entrenamiento. Sin ella, no es
posible mejorar a los niveles de exigencia que requiere el alto rendimiento.