Al
hilo del bajo rendimiento que los jugadores del equipo de fútbol español
mostraron en el transcurso de la
final de la Copa de Confederaciones 2.013, partido disputado
en el estadio de Maracaná frente a Brasil, durante el que se apreciaba
una baja activación emocional de los jugadores españoles, surgió en mi
pensamiento esta posible relación.
Los
comentarios generalizados de los expertos, entre ellos los del entrenador
español señalaban que “ el equipo brasileño mostró más energía en cada acción y
un futbol contundente y rápido” (Diario Vasco, 2/07/13). “Frente a Uruguay, el
equipo jugó de maravilla en su debut, con un fútbol excelente, espectacular,
veloz, preciso y eficiente; sin embargo, en la final los jugadores españoles se
encontraban fundidos y desactivados.”
Por
eso, dado que los dias antes del partido en el ambiento existente en torno a los
jugadores españoles se destacaba: “ el sueño de jugar en Maracaná contra Brasil”,
como lo más extraordinario que le pudiera suceder al jugador, tiene cierto
parecido al sueño que supone para un deportista de alto rendimiento la participación en los JJOO. Pero, a
veces, hacer de la mera participación un asunto transcendental, supone que la
activación emocional se diluya antes de disputar el partido y, entonces, la
búsqueda de rendimiento quede en un segundo plano; sin energía ni intensidad es
imposible hacer frente a un equipo encendido y en ebullución emocional desde el
comienzo del partido.