De esta manera y con ese mensaje para Ana Carrascosa, judoka española participante en la categoría de-52 Kg., despedía a mi colega y amiga Azucena Verde cuando partió para Pekín. El desenlace no ha ido por ese camino: inicialmente realizó dos excelentes combates, uno de ellos con la china campeona olímpica 2004 y 2008. En la repesca, vuelve a competir excelentemente otros dos combates: con la subcampeona y con la tercera del campeonato del mundo 2007 pero, en este último, en una desafortunada acción se le sale el hombro.
Como el reglamento señala que cualquier contacto médico-deportista supone automáticamente la descalificación de la judoka, Ana tuvo que continuar como pudo hasta que le sancionaron dos veces por falta de combatividad. Ahí se terminaron los sueños de mis dos amigas y les queda la satisfacción por el trabajo realizado y la diversión mientras ha durado su historia.
Pero es un buen ejemplo de la contradicción y de la doble moral que existe en las estructuras relacionadas con el deporte, en el que sólo valen los resultados obtenidos y no cuenta lo demás. Esto, en el modelo institucional español de alto rendimiento, supone por un lado, que todo el trabajo realizado y toda la mejora conseguida durante los últimos años así como el esfuerzo y la motivación empleada poseen un insignificante valor y se evaporan en el aire, como si no existieran. Por otro, se rasgan las vestiduras cuando se produce un positivo en los controles antidoping y arremeten contra los tramposos descubiertos, cuando en realidad el modelo institucional que defienden y los valores que se manejan en él, refuerzan el clima motivacional hacia las trampas.
Desafortunadamente en numerosas ocasiones se utilizan acciones tramposas para ganar, y no me refiero al doping, que también son un engaño y se alejan del “fair play” y del espíritu olímpico al que continuamente se refieren, como si fuera algo sobrenatural desconectado de sus propias responsabilidades como dirigentes que son. El clima motivacional que generan con las acciones diarias correspondientes al modelo institucional señalado, también contribuye a debilitar el funcionamiento ético y a ese espíritu olímpico al que tanto apelan, dado que lo único que se valora son los resultados obtenidos.