Podemos decir que la inteligencia creativa es la
capacidad para hacer algo nuevo o rehacer lo viejo modificado. Según J. Fuster,
profesor distinguido de
Neurociencia Cognitiva de la UCLA
(Ariel 2014), el conocimiento nuevo siempre es reducible a redes de
conocimiento viejo que se ha ampliado o recombinado para generar un resultado
nuevo, a través de nuevas asociaciones.
Por lo tanto, una creación original resulta, en buena medida, de ampliar
o asociar partes de conocimiento
previamente establecidos.
Y esto es aplicable
al desarrollo del juego creativo, en el que cada tarea nueva que ejecutamos necesita
planificación y toma de decisiones, porque son los dos soportes por excelencia
para inventar (construir) el
futuro, de los que surge una nueva estructura de la organización temporal
prospectiva, es decir, orientada hacia el futuro inmediato.
También el feedback
es esencial para verificar o
corregir la trayectoria dirigida de
estas estructuras originales de acción hacia los objetivos, así como para sentir
una reacción satisfactoria de la acción finalizada. De esta manera, el feedback derivado del resultado de
cualquiera de las acciones realizadas influirá en las posteriores, y la calidad
del mismo dependerá de las autovaloraciones de los jugadores y de
las valoraciones de los entrenadores después de cada partido.