A veces, quizás demasiadas, l@s deportistas basan en esta dimensión emocional sus posibilidades de rendimiento, sin conocer en profundidad las peligrosas asociaciones que eso conlleva. Buscan cabrearse, ponerse de mal genio o simplemente violentarse pensando que les va ayudar a rendir, como pudo haber sucedido en situaciones pasadas.
El hecho de cabrearse por sí mismo, no guarda relación con el rendimiento. Otra cosa es que, en ese estado, el deportista aumente su activación, focalice su atención, se centre en lo que tiene que hacer y tome decisiones con determinación y resolución. Es decir, estos “acompañantes” de la hostilidad sí que hacen aumentar el rendimiento y, sólo en el caso de que no lo supiera hacer de otra manera se recomienda esa vía, la de la hostilidad, la de cabrearse, dado que lo más importantes es disponer de dichos acompañantes.
Pero esto tiene su parte negativa, porque hoy sabemos que la hostilidad se encuentra relacionada con el descenso de la confianza, con el aumento de fatiga, con la pérdida del autocontrol y con el bloqueo de los mecanismos perceptivos finos, aspectos de suma importancia para realizar comportamientos eficientes y precisos.
Por lo tanto, se trataría de separar las dimensiones que ayudan a optimizar los recursos de las que los perjudican y, en el caso de la hostilidad, intentar reducir su presencia cuando se busca el estado de rendimiento óptimo (ERO) porque, ni es el camino para llegar a él ni puede ser el elemento aglutinador del mismo. Ahora bien, cuando no se sepa como hacerlo y, dado que los mecanismos de la hostilidad tambien se componen elementos no conscientes, se puede pensar que el azar bloqueará sus efectos negativos, permitiendo que aparezcan nítidamente sus necesarios acompañantes de rendimiento anteriormente señalados para alcanzar una eficiente actuación.
El hecho de cabrearse por sí mismo, no guarda relación con el rendimiento. Otra cosa es que, en ese estado, el deportista aumente su activación, focalice su atención, se centre en lo que tiene que hacer y tome decisiones con determinación y resolución. Es decir, estos “acompañantes” de la hostilidad sí que hacen aumentar el rendimiento y, sólo en el caso de que no lo supiera hacer de otra manera se recomienda esa vía, la de la hostilidad, la de cabrearse, dado que lo más importantes es disponer de dichos acompañantes.
Pero esto tiene su parte negativa, porque hoy sabemos que la hostilidad se encuentra relacionada con el descenso de la confianza, con el aumento de fatiga, con la pérdida del autocontrol y con el bloqueo de los mecanismos perceptivos finos, aspectos de suma importancia para realizar comportamientos eficientes y precisos.
Por lo tanto, se trataría de separar las dimensiones que ayudan a optimizar los recursos de las que los perjudican y, en el caso de la hostilidad, intentar reducir su presencia cuando se busca el estado de rendimiento óptimo (ERO) porque, ni es el camino para llegar a él ni puede ser el elemento aglutinador del mismo. Ahora bien, cuando no se sepa como hacerlo y, dado que los mecanismos de la hostilidad tambien se componen elementos no conscientes, se puede pensar que el azar bloqueará sus efectos negativos, permitiendo que aparezcan nítidamente sus necesarios acompañantes de rendimiento anteriormente señalados para alcanzar una eficiente actuación.