Leyendo
un artículo en el diario El País
(14/01/18 sobre la ambición, firmado por I. Serrano- Rosa, me venía a la memoria la similitud que
tiene con la pasión y posibles nexos que les une a la hora de relacionarlo con los deportistas de alto rendimiento. A
veces se identifica en ellos la ambición y la pasión, sin tener claro si se
consideran atributos en términos
positivos o negativos, armónicos u obsesivos, constructivos o destructivos.
La ambición “el querer más” genera un fuerte impulso orientado hacia el
logro, hacia la superación de las tareas necesarias
para alcanzar las metas
autoimpuestas. Nos estimula para progresar y abordar los cambios
necesarios para sortear los obstáculos y mantener una actitud proactiva y persistente, a lo largo de
todo el camino. Es decir, se entiende como la búsqueda del
máximo desarrollo del propio potencial activado para alcanzar una meta. En este caso, estamos de acuerdo con el
contenido del artículo que la considera como la versión sana que implica
valentía, entusiasmo y capacidad de liderazgo.
Sin embargo, la ambición mal enfocada, la que
busca el afán de superación de los demás, antes que la autosuperación, centrada en conseguir
resultados a cualquier precio,
carente de integridad y de funcionamiento ético, es la que
genera comportamientos obsesivos y destructivos, impactando negativamente en la
salud mental de los deportistas y en su satisfacción vital. Desgraciadamente
existen numerosos ejemplos en el deporte de alto rendimiento, en los que ocurre
esto.