Curiosa reflexión apoyada en el
pensamiento del fílósofo y senador romano, L. Séneca, que continua teniendo
sentido en la actualidad para aquellos deportistas que no establecen objetivos
en su camino hacia la excelencia.
Se pueden considerar como
un fin, una meta, una intención o simplemente un propósito.
Son
de gran importancia en el alto
rendimiento por su efecto motivador pero, a veces, son incómodos de establecer,
se definen de forma general e imprecisa y numerosos deportistas se sienten
obligados a alcanzarlos. Tienen una función orientadora de la conducta en una
determinada dirección, se centran en los aspectos relevantes de las acciones,
movilizan los esfuerzos y prolongan la perseverancia hacia el logro propuesto.
Sin
embargo, deben ser alcanzables,
limitados en su número y depender del control del deportista, porque demasiados
objetivos al mismo tiempo son imposibles de controlar, se termina abandonándolos y generan un efecto motivador contrario
al que se buscaba.