Habitualmente se dedica gran esfuerzo
y tiempo al desarrollo de las capacidades condicionales, de las tecnico-tácticas y de las psicológicas, en el mejor de los casos de forma
integrada, pero en la alta competición
aparecen otras necesidades que hasta hace poco se desconocía su influencia y no
eran tenidas en cuenta por la
mayoría de técnicos y entrenadores y, por lo tanto, inexistentes para los
deportistas.
En los últimos JJOO de Invierno,
Sochi-14, se pudieron observar varios casos de deportistas que, a priori,
tenían altas probabilidades de alcanzar un resultado exitoso, pero que
finalmente cometieron algún error que les impidió alcanzarlo. Se encontraban
muy motivados, con alta confianza en sus posibilidades, muy bien preparados
técnicamente, tácticamente y condicionalmente pero no fue suficiente.
Un
patinador que cambia un elemento de su programa durante la propia ejecución y
repite ejercicio, una corredora de snowboarder que modifica, mientras está ejecutando
su ronda, el ángulo de entrada para garantizar una recepción más segura y se cae, o un corredor con excesivo ímpetu en tramos complicados y se
choca con otro corredor, por un error de control inhibitorio, son ejemplos
aparecidos en prensa en los que la utilización inadecuada de las funciones ejecutivas han impedido alcanzar el nivel de
rendimiento deseado.