martes, 15 de noviembre de 2011

la regularidad en el juego, a través de la consistencia psicológica, es posible.


Mantener un alto nivel de juego a lo largo del tiempo, es decir, la consistencia en el rendimiento, es una interesante cuestión que preocupa a la mayoria de los entrenadores a la que quieren darle solución pero que  no encuentran la manera de  resolverlo y, a veces, la aceptan con  desesperación  sin buscar otra solución.
Para  ser consistente en el juego hay que  considerar cuatro aspectos básicos que debe estar presentes, tanto en el entrenamiento como en la competición, en cualquier trabajo de mejora que queramos plantear.
En primer lugar la controlabilidad.  Esto quiere decir que los acontecimientos y las tareas que queramos plantear deben estar bajo control del deportista, que el manejo de las mismas dependan de él, así podrá ejercer un control  durante la ejecución.
En segundo lugar la estabilidad. Sólo podemos  preveer y regularizar aquellas cosas que sean estables   y  sólidas, porque lo inestable no es predecible ni está bajo el control del deportista.
En tercer lugar la continuidad. Debemos de mantener, de persisitir y de centrar  el esfuerzo en aquellas cosas que queramos que vuelvan a suceder a lo largo del tiempo, es decir, utilizar el concepto de repetición con variación contextual cada vez que se enfrente a una situación de competición.
El cuarto elemento la especificidad.  Abordar las cosas de forma concreta  y específica sobre lo que se quiere  hacer, supondrá optimizar el esfuerzo y el interés por la mejora  de forma deliberada e intencionada y contribuirá a desarrollar el potencial del jugador  en aquellas facetas que no domina o que durante la competición no las gestiona adecuadamente. 
Buscar en el día a día la manera  en que  podamos desarrollar  la consistencia de los deportistas es un bonito reto. Por eso, elaborar un programa de mejora personal (PMP) para cada jugador  y  disponer de un Plan Integral de Competición (PIC), son dos de las herramientas que contribuirán a ello.