Mantener
un alto nivel de juego a lo largo del tiempo, es decir, la consistencia en el
rendimiento, es una interesante cuestión que preocupa a la mayoria de los
entrenadores a la que quieren darle solución pero que no encuentran la manera de resolverlo y, a veces, la aceptan con desesperación sin buscar otra solución.
Para ser consistente en el juego hay
que considerar cuatro aspectos
básicos que debe estar presentes, tanto en el entrenamiento como en la
competición, en cualquier trabajo de mejora que queramos plantear.
En
primer lugar la controlabilidad. Esto quiere decir que los
acontecimientos y las tareas que queramos plantear deben estar bajo control del
deportista, que el manejo de las mismas dependan de él, así podrá ejercer un
control durante la ejecución.
En
segundo lugar la estabilidad. Sólo
podemos preveer y regularizar
aquellas cosas que sean estables
y sólidas, porque lo
inestable no es predecible ni está bajo el control del deportista.
En
tercer lugar la continuidad. Debemos
de mantener, de persisitir y de centrar
el esfuerzo en aquellas cosas que queramos que vuelvan a suceder a lo
largo del tiempo, es decir, utilizar el concepto de repetición con variación
contextual cada vez que se enfrente a una situación de competición.
El
cuarto elemento la especificidad. Abordar las cosas de forma
concreta y específica sobre lo que
se quiere hacer, supondrá
optimizar el esfuerzo y el interés por la mejora de forma deliberada e intencionada y contribuirá a desarrollar
el potencial del jugador en
aquellas facetas que no domina o que durante la competición no las gestiona
adecuadamente.
Buscar
en el día a día la manera en que podamos desarrollar la consistencia de los deportistas es
un bonito reto. Por eso, elaborar un programa de mejora personal (PMP) para
cada jugador y disponer de un Plan Integral de
Competición (PIC), son dos de las herramientas que contribuirán a ello.