domingo, 11 de julio de 2010

la pasión y la motivación: una alianza de doble filo

Quince dias después de finalizar el partido de cuartos de final entre Brasil y Holanda, disputado durante el Campeonato del Mundo Jobourg-10 en Sudafrica, sigo recordadno la imagen del jugador brasileño Robinho, con el rostro desencajado y los ojos desorbitados, increpando al jugador holandés Van Bommel por una acción del juego a los 15 mintos del partido. Era el reflejo del exagerado nivel de activación de los jugadores brasileños en general.

Cuando se confunde estas dos variables psicológicas, se cometen errores de difícil reparación inmediata. Entre ambas se configura el nivel de excitación óptimo (semejante al estado flow) y, el hecho de estar alta e intensamente motivado hacia el logro siempre es positivo, pero no ocurre lo mismo con las emociones, porque el exceso de pasión nos lleva a un exceso en la activación, con consecuencias negativas para el rendimiento óptimo.

Estar bajo el dominio de las pasiones impide una toma de decisiones racional durante muchas fases del juego lo que, a veces, se traduce en entradas durísimas sin conexión con el desarrollo del juego, que provocan “tarjeta roja”, es decir, la autoexpulsión del partido.

También afecta a la toma de decisiones rápida, sobre todo a la capacidad anticipativa y a capacidad la táctica, eliminando el “feeling” (las buenas sensaciones) y los reglajes automáticos en la ejecución del movimiento, lo que provoca un juego impreciso, mediocre, farragoso y poco vistoso.

Además, como en este caso, cuando la hostilidad es muy elevada se produce un mayor gasto de energia frente a las mismas tareas, con el consiguiente aumento de la fatiga, tanto real como percibida, acentuándose los errores señalados anteriormente: juego sucio, violento y poco eficiente.

Todas estas cuestiones se dieron durante el transcurso del mencionado partido, en el que los futbolistas brasileños jugaron muy por debajo de su nivel, recurriendo a la hostilidad y olvidándose del potencial que poseen para desarrollar un juego de excelencia, acorde a sus prestaciones. Lo curioso es que esta alianza entre las emociones y la motivación se ven como “un todo”, sin posibilidad de identifiar la función que cada una de ellas cumple en el alto rendimiento deportivo, confundiendose continuamente la activación con la motivación.