Es la frase preferida de mi amigo y colega L. M. Ruiz, referida al pensamiento de A. Einstein y su teoría de la relatividad, que le gusta mucho recordar y comentársela a sus colaboradores. Tiene una especial importancia en el contexto deportivo, relacionada con el establecimiento de objetivos ambiciosos, que muchas veces los deportistas los ven como inalcanzables y, al dejar de perseguirlos, confirman la imposibilidad de conseguirlos.
También guarda una estrecha relación con la autoconfianza, en la medida que nos sugiere que disponemos de una capacidad que nos permitirá alcanzar la meta que nos propongamos, y que sólo hay que iniciar el camino en la dirección adecuada. Lo demás es cuestión de esfuerzo, motivación y perseverancia.
Asimismo nos señala que el hecho de no ponerse limitaciones a la propia capacidad y visualizar un horizonte ilimitado, permite alcanzar logros insospechados, inesperados, sorprendentes y de máxima potencialidad. Es una actitud que se puede poseer y desarrollar en el alto rendimiento y en la vida en general, que posibilitará acometer retos ambiciosos y alcanzar logros excepcionales.