A veces los entrenadores de futbol no encuentran un discurso satisfactorio que les permita desarrollar su cometido de forma gratificante. Un buen ejemplo de ello son los comentarios aparecidos en prensa (El País 26/10/08). En uno de ellos el entrenador J. Caparrós, a la pregunta sobre la presión responde ¿Presión? “la tenía cuando, tras trabajar, hacia 700km diarios para entrenar”. Los malos resultados pueden dar rabia, pero no me genera presión y continúa, “me gusta tanto el fútbol que disfruto incluso en la situación actual” (el equipo se encuentra en zona de descenso). En el otro, aparecen los comentarios del entrenador K. Dalglish cuando presentó su dimisión en el Liverpool en el año 1991: “La presión el día de un partido me hace explotar la cabeza y así no puedo seguir”. Es evidente que la diferente interpretación de estas dos versiones de manejar la presión se origina en el estilo de afrontamiento de cada uno de los dos entrenadores. En el primer caso aborda desde el disfrute y la satisfacción, mientras que en el segundo se vive como si fuera una pesadilla, con exceso temor y anticipando un resultado negativo.