Ultimanente los procesos decisionales se han convertido en un tema
recurrente, sobre todo desde que se ha podido comprobar que, en muchos casos,
la elección ya se ha producido antes de ser conscientes de ello y sólo
participamos de forma consciente en su ejecución. En el alto rendimiento las decisiones que se
toman de forma lenta y reflexiva en el entrenamiento, como por ejemplo a la
hora de realizar un planteamiento táctico, se encuentran estrechamente ligadas
a la toma de decisiones rápida, porque es como se producirá durante el juego, en aquellas situaciones en
las que no se dispone de tiempo para pensar y la exigencia competitiva lo
requiera.
Ahora bien, esa es la parte que corresponde a
las funciones ejecutivas y es lo que se debería tener en cuenta en el
entrenamiento. La elección que se hace de las estrategias o de las técnicas a
realizar para una competición, se inicia con la autosupervisión de la actuación en la competición
anterior, se continua con la
selección de aquello que ha ido bien, para reestructurar nuevamente el plan de
competición y ponerlo a disposición de la actividad mental, a través de la
repetición y simplificación. Es entonces cuando podemos convertir decisiones
lentas y reflexivas en rápidadas e intuitivas, haciéndonos más eficientes, más
resolutivos y generando alta satisfacción de dominio personal.