Durante una de las sesiones que he trabajado con entrenadores en la que se abordaba el la importancia de la confianza para el óptimo desarrollo de las capacidades de los deportistas, uno de los presentes planteó una interesante reflexión.
Comentaba que había ido a ver al primer equipo junto a un jugador de su equipo para que observara los movimientos del jugador que se correspondía con su puesto y poder explicarle las cosas con mayor facilidad. La cosa se desarrolló según lo previsto: máxima atención del joven jugador a las explicaciones del entrenador, seguimiento continuo a las acciones que realizaba el jugador del primer equipo con extensos comentarios técnicos y otras pautas formativas con las que quería reforzar su competencia percibida y su confianza. “En dos palabras”, una tarde bien aprovechada.
Sin embargo, cuando el equipo juvenil fue a disputar el partido del campeonato correspondiente, el entrenador mantuvo al jugador en el banquillo durante todo el partido, sin disponer de minutos de juego. Es decir, que le presta atención durante toda la semana, le da instrucciones, le lleva al campo a observar al primer equipo y transmitirle confianza, pero cuando llega la hora de poner todo eso en práctica, le niega la oportunidad de poder hacerlo.
Menos mal que, en este caso, el entrenador se da cuenta al final del partido del error que ha cometido, se acerca al jugador y le comenta: “te veo un poco contrariado y tienes razón, me he dado cuenta de mi error cuando ya era tarde, pero no te preocupes porque el próximo partido saldrás a jugar desde el primer minuto”.
Es un excelente ejemplo que sirve para ilustrar lo que ocurre en numerosas ocasiones con las decisiones que toman los entrenadores, que sin darse cuenta se contradicen con los objetivos que persiguen.