Durante la disputa del torneo de golf Johannesburg-09, en Sudáfrica, comentaba con un golfista la importancia que tiene el hecho de estimar de forma acertada la dificultad del campo y mantenerla a lo largo de toda la jornada, aunque ocurriesen cosas que, en principio, invitaran a cambiarla.
En primer lugar, si desciende el nivel de dificultad percibida el objetivo de logro planteado al iniciar la competición pierde su valor y desaparece el sentido de reto y de ambición que debe poseerlo, lo que afecta negativamente a la motivación.
En segundo lugar ¿es posible que un deportista frente a una situación de baja dificultad pueda dar todo lo que vale? Sinceramente creo que no. Para que un deportista pueda dar lo mejor de sí mismo debe de activarse de forma óptima, y esto sólo se consigue en situaciones muy significativas en las que se requiera máxima exigencia contextual.
En tercer lugar cambiar la dificultad percibida durante la competición supone cambios de pensamientos, lo que nos lleva a una cierta inestabilidad en los mismos, cuando lo que se necesita es consistencia y estabilidad mental. Por eso, cuando todo esto lo hace el deportista, lo identificamos como auto-trampa.