lunes, 11 de noviembre de 2024

la queja permanente perjudica la capacidad de aprender y de recordar las cosas que te ayudan a proyectar un futuro favorable.

En un artículo publicado por J. Fernández en el D.V. (10-11 24), se reflexiona sobre la influencia que tiene la queja en nuestra salud mental, y sobre la continua presencia que tiene a la hora de interactuar socialmente. Aunque puede ser un desahogo emocional dado que, nombra, estructura y externaliza una emoción concreta (según el psicólogo clínico Luis Jesús Andrés), conviene no pasarse. Según la autora, en una investigación realizada en la Universidad de Stanford, se señalaba “que quejarse encoge el hipocampo, un área muy relacionada con los procesos de aprendizaje y memoria. A largo plazo, esto puede generar dificultades en la función cognitiva y en la resolución de problemas”. Por eso, este comportamiento debe venir seguido de una actitud proactiva y de un plan de actuación basado en la construcción de un nuevo pensamiento que difumine gradualmente al de la queja. Se encuentra en la misma línea que señalaba el psiquiatra Luis Rojas Marcos en la entrada sobre COVID y SALUD MENTAL (20-01-22): a) buscar información y explicación de la queja lo más concreta y objetiva posible; b) centrarse en aquellos aspectos que estén bajo nuestro control; c) elaborar un plan de acción; d) realizar un seguimiento a lo largo de un tiempo para verificar los cambios generados.